Es interesante cómo es que pululan las propuestas de "soluciones" sencillas en los medios cuando se trata de casos de alto impacto mediático. En un artículo sobre la violencia y los linchamientos, un comentarista escribe "lo que se necesita es que los patojos comprendan que el sexo no tiene nada que ver con procreación, urge reducir de forma programada y planificada nuestras poblaciones". Un fundamentalista evangelico afirma que "las diferentes denominaciones evangélicas de Guatemala pensamos que el problema de Guatemala se debe a que desde los mayas los guía el demonio. Por eso es que ahora se deben planificar acciones basadas directamente en la Biblia, porque es la palabra verdadera."
Tal
parece que a las personas les gusta la simplificación. Razas, signos
zodiacales, géneros, religiones, cualquier cosa que sirva para afirmar la
predestinación de los sucesos, de tal forma que el individuo no tenga que sentirse
responsable de cambiar su entorno.
En
el caso de las chicas que fueron contactadas por fb por sus asesinos, las
"soluciones" sencillas no se han hecho esperar. Se plantea:
-
volver a la educación autoritaria, los padres tienen que controlar todo lo que
sus hijas hagan. (véase "La Cinta Blanca" de Hanecke)
-
enseñarle valores a las jovenes (¿qué valores? ¿Virginidad, sumisión,
obediencia?)
-
restringir el uso de las redes sociales a las jóvenes
-
condenar a los padres que “dejan a sus hijas” moverse con libertad
-
educación en general (porque a las que
les pasa esto es por ingenuas y tontas)
Etc.
El
lector ávido se habrá dado cuenta que las “soluciones” solo incluyen a chicas.
La chica víctima es una provocadora (lo cual se quita con educación autoritaria)
o una tonta provinciana (lo cual no se le quita, pero lo intentaremos con
educación). Si un chico es víctima se habla o de una ataque de gente malévola
(con lo cual no es necesario más que persinarse) o que era un delincuente (bien
merecido se lo tenía).
Así
vemos que cada uno se hace su país de las maravillas, en el que, como dice “Cultura
Profética”: culplables son todos excepto
tú y yo.
No
niego que sea de mucha importancia informar sobre los peligros que acechan en
internet y cómo manejar las redes sociales con más responsabilidad y cuidado. Tampoco niego los
beneficios de la supervisión de los padres sobre los “haceres” de sus
hijos. Pero de eso a culpar a las víctimas y a sus padres de provocación o negligencia
...
Hace
tiempo vi un documental de un tipo que se considera sicópata y que escribió un
libro sobre ello. Él decía que la mejor víctima para un sicópata es una persona
empática. ¿Si fuera así el caso, diríamos que la culpa es de ella por ser
empática, por ser buena gente, por confiar?
En
un artículo de hoy, Lucía Escobar pregunta por qué nos enfocamos en condenar a la
víctima y dejamos a un lado a los victimarios. Puede leer el artículo aquí: http://www.elperiodico.com.gt/es/20110928/lacolumna/201598/
Me
imagino que este problema ya está siendo tratado por sociólogos y sicólogos.
Sin embargo me atrevo a plantear mi propia conclusión simplista:
1)
la mejor forma de distanciarse de situaciones
peligrosas es ponerse en una posición superior y pretender que el problema está
en la víctima, ya que de ser así, yo y los míos no corremos peligro. Si pensáramos
que la violencia es aleatoria o no predestinada, no podríamos soportar la
amenaza del caos.
2)
si intuyéramos que el o los victimarios no son
personas diabólicas, sino parte de una red o grupos organizados, que son al
mismo tiempo producto de nuestros “valores” sociales (entre ellos los que
menciona Lucía, machismo y religión, pero también racismo, sistemas
jerárquicos, etc) y del sistema en general, tendríamos que cuestionar tanto
nuestros valores como el sistema. Lo primero requiere mucha valentía, lo
segundo puede resultar en extremo peligroso.
Se
preguntarán qué tiene que ver todo esto con el cine. Bueno, es que quiero
recomendarles dos películas. Una, una mexicana llamada “El Infierno” de Luis
Estrada. Es una película muy violenta sobre cómo un hombre común se transforma
en sicario. Los monstruos no son de generación espontánea, dice esta película, más bien, muchas veces, el mal está en la sociedad que hace esos monstruos. Por
supuesto, sin dejar a un lado la responsabilidad individual del asesino.
“Quiero armar ese gran mosaico para que todos estemos
representados, como el rol de la Iglesia, de los partidos políticos, de la
iniciativa privada, de cómo se asimila el crimen organizado y la violencia.”
(advertencia, tanto este trailer, como el siguiente tienen escenas muy fuertes)
Hay algo que no me gustó la película y es la
misoginia. A pesar de la crítica hacia las instituciones, iglesia, estado,
familia, etc, se sigue apoyando el sistema patriarcal y la mujer como objeto.
Eso es una lástima, porque eso también es violencia.
Lo que me gustó mucho es que los jefes eran ciudadanos
ejemplares, tenían todos esos valores que muchos ahora plantean como solución: “buenos
cristianos”, defensores de la familia, defensores de la sociedad hetero, con
mucho amor por la patria.
La siguiente película que quiero recomendarles es “Human
Trafficking”. Una miniserie hecha para la televisión canadiense, dura 3 horas y
trata de la el tráfico de personas a nivel mundial. Les aseguro que después de
esta película ya no mirarán con los mismos ojos una peli porno. Es una película
también muy muy fuerte y, a pesar de ser ficción, me parece muy efectiva para
contar cómo es que se maneja toda esa red de trata de personas a nivel mundial.
Cómo es que hay distintas maneras de “pescar” chicas (y chicos) para el negocio
a través de las redes sociales, portales de búsqueda de parejas, ofrecimientos
de trabajo como el modelaje, etc.
En esta película vemos nuevamente lo que menciona Lucía en su artículo y es que la complicidad de la sociedad es lo que hace que estas redes tengan tanto poder. Si no hubieran clientes no habría negocio. Si no hubiera apoyo logístico, si no hubieran cuidadores, testigos sordos y ciegos, no habría negocio. Las redes sociales son solo una herramienta de tantas.
Y esto es a lo que llegamos. Todo esto es negocio. Se
trata del valor del dinero sobre la vida y la integridad de las personas. En la
película (otra!) “In Bruges” el sicario dice antes de matar a un cura:
“lo hago por dinero, padre, no por rabia ni por resentimiento, por dinero”. En
el caso del secuestro y el sicariato, (y también en la política, y en los
negocios) el dinero tiene más peso que
la vida. ¿Cómo se evitan los cargos de consciencia? Es fácil, solo dividimos a
la gente en “humanos” y “sub humanos” y
podemos matar y destruir sin problemas. Miren los casos del Polochic, de la
minería, el asesinato de hoy en un salón de la zona viva... por las chicas del
fb pidieron recompensa. La marginación, el prejuicio y la transformación del
ser humano en objeto, son los mejores alimentos para la violencia. Y el miedo
también es un negocio.
“El secuestro y tortura son
medidas de control coercitivo que suelen aplicarse a quienes se consideran
inferiores”, dice Lucía en su columna.
Urge entonces valorar la vida por sobre todo. Urge
inculcar respeto por el ser humano y por su medio ambiente. Luchar contra el
machismo, el racismo, el clasismo. Urge no cerrar los ojos. Urge dejar de ser
cómplices.