Reseñar la película "La Isla" de Uli Stelzner resulta difícil por varias razones:
1) La fuerza del contenido. Con películas así, siempre uno teme que la reseña caiga en lo trivial o no dé la altura a la seriedad del tema.
2) Ya existen varias reseñas, por lo que uno se pregunta: ¿puedo aportar algo más?
3) Lo difícil que es ver la película. Es una película que te devuelve al tiempo de la guerra civil, al miedo, al horror que se vivió entonces.
4) Lo difícil que es hablar del tema. Por lo menos para las personas que vivimos ese época.
Por eso tal vez empecemos mejor con el contenido. "La Isla" se le llama a un edificio de la Policía Nacional de Guatemala, que fungió tanto de archivo, como de centro de tortura durante la guerra civil. Este había permanecido oculto, hasta que en julio del 2005 una explosión dejó al descubierto esta valiosa fuente de información. Desde entonces un equipo de personas, algunos de ellos con familiares desaparecidos, se ha dedicado a restaurar, digitalizar y archivar todos los documentos que se encontraron. Aparte de ser información para los familiares de las víctimas de la guerra, algunos de estos documentos ya han servido de pruebas fidedignas en procesos judiciales.
En la película, el director entrevista a algunos de los que trabajan allí y a personas que llegan en busca de indicios sobre lo que sucedió con familiares, amigos y personajes públicos, presenta documentación fílmica y de audio. Es interesante cómo esta película que muestra documentos y testigos que son importantes para la recuperación de la memoria histórica, se convierte a su vez en un documento fílmico, es decir, filmando a los testigos y documentos, se convierte a sí misma en testigo.
Otra cosa importante, se les identifica a los implicados con nombres y apellidos, imágenes claras, declaraciones que implican acusaciones contundentes y comprobadas. Algo que hasta ahora los medios de comunicación no se han atrevido a presentar.
Es realmente un trabajo increíble y muy bien realizado.
Ahora sigamos con unas cuantas anotaciones sobre la realización.
La música como acompañante, enlace y respiro
De las películas de suspenso u horror, sabemos que no se le puede bombardear al espectador constantemente con situaciones que le provoquen angustia, y en este caso, al contar el horror de los acontecimientos, también el espectador necesita una pausa para poder recuperarse un poco y poder seguir viendo la película. Con este fin, Uli Stelzner utiliza la música de Paulo Alvarado, muy bueno por cierto, cuyo violoncelo por una parte acompaña a las historias y las une, y por otra da una pequeña pausa para respirar entre una y otra.
Las paredes como testigos
Otra cosa que me pareció interesante es la proyección sobre los muros. Se dice comunmente: "si las paredes hablaran". En este caso las paredes de "La Isla" son los testigos mudos, los que todo lo "vieron y oyeron" y allí están, sin poder contarnos nada, como nosotros, los que vivimos esa época y que no somos capaces de hablar. Uli Stelzner, al proyectar documentos fílmicos sobre esos muros, los hace hablar, les presta la imagen y el sonido, para que se vuelvan testigos acusadores, para que muestren y señalen. Lo mismo que hace la película con nosotros, insitándonos a recordar, prestándonos su voz.
Esperanza
Al final, Nim Alae, uno de los que trabaja en la Isla que es también un MC (rapero) reconocido, se quita la bata y los guantes con los que busca y cataloga documentos y se pone a rapear la canción final, un gesto simbólico que nos dice que hay vida después de tanta muerte, nos deja una semilla de esperanza de que, a través de la verdad y la justicia, Guatemala tenga un futuro y nos encontremos con nuestra identidad, tanto personal como de país.
Definitivamente, una película que hay que ver.
En Guatemala se va a presentar dos veces este mes. Véase el post anterior, en la cartelera.
Para más información, puede ir a la página del director aquí.
Con el permiso de ustedes, vuelvo a citar un poema de Juan Gelmán que cité cuando les conté sobre el Festival Memoria, verdad y justicia
Dicen que no hay que remover el pasado
que no hay que tener ojos en la nuca
que hay que mirar hacia delante
y no encarnizarse en abrir viejas heridas.
Están perfectamente equivocados.
Las heridas aún no están cerradas.
Laten en el subsuelo de la sociedad
como un cáncer sin sosiego.
Su único tratamiento es la verdad.
Y luego la justicia.
Solo así es posible el olvido verdadero.
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